Ximena Santa Cruz Bolívar
Psicóloga Universidad de Chile
SANTIAGO DE CHILE
Isabel La Católica 3828- LAS CONDES
FONO: 056-02-4187265
El primer paso está en definir ciertos ejes hacia los cuales escuela y familia podríamos apuntar conjuntamente:
1) A nivel de la concepción del otro y las relaciones con él: es fundamental entender y aceptar que los otros, puedan percibir un mismo hecho de manera distinta. En este punto la aceptación implica no descalificar al otro como un interlocutor válido, y aceptar que su forma de puntuar la realidad obedece a su historia particular de experiencias y que ella es tan válida como la nuestra. En la medida que surgen las diferencias se hace necesario negociar y construir un modo común de definir aquellos eventos que nos comprometen existencialmente con el otro, sin intentar salvar "de su error" a ese otro que tanto podemos estimar o querer. Cuando no sea posible llegar acuerdos, se debe aceptar que se tienen diferentes puntos de vista y que estos son parte de la convivencia entre los seres humanos.
La reflexión frente a lo diferente debe ser la tónica que organice las relaciones y este cuestionamiento debe operar sistémicamente, entendiendo la red de relaciones y complementariedad de un evento con los otros.>
Así es importante para las familias entender y respetar estas diferentes formas de ver las cosas que tienen sus integrantes. Al enfrentar las diferencias se logra una mayor riqueza, pudiendo construir, a la luz del amor y la aceptación del otro una nueva forma de ver las alternativas y soluciones en común.
Lo mismo debe procurarse a nivel de la escuela aceptando las diferentes percepciones y puntos de vista de los pequeños, permitiendo que aprendan en este clima de aceptación y confianza, guiándolos a través de las experiencias y la búsqueda común de alternativas nuevas para enfrentar las dificultades.
La praxis de este punto en ambos espacios de convivencia es un modelo muy poderoso que permitirá asentar en los niños un esquema de aceptación y reflexión frente a lo diferente, y además la capacidad de entender cada evento de manera circular, sin parcelarlo de su contexto y su historia de interacciones con el medio.
2) A nivel de la emoción con que se establece la relación con los otros: La emoción que debe subyacer en la base de nuestras relaciones debe ser "el amor" entendido como "...la aceptación del otro, como un legítimo otro en la convivencia" (Maturana 1991).
A nivel de las familias este amor dice relación con la capacidad de aceptación de los estilos y características de los otros, aún cuando en la convivencia se generen rabias y tensiones que dificulten el proceso de entendimiento y aceptación de las diferentes opciones del otro. En cierto sentido las familias se dan licencias de pelear y expresar sus diferencias ya que los lazos de parentesco son sentidos como un nexo más allá de las convenciones y principios personales. Es este clima de saber que el otro es parte de mi vida aunque existan aspectos de él que me cueste enfrentar, lo que se debe trabajar en las familias.
En la escuela este aspecto es más difícil de visualizar ya que la aceptación del otro pasa por la capacidad de entender las emociones que los niños están viviendo, como producto de las interacciones familiares, con sus pares y con el sistema escolar, y no descalificar su conducta a priori. Requiere de un gran esfuerzo de parte de los educadores por construir un mapa general de cada niño y su historia, incluyendo a la familia. Es justamente en este aspecto que ambos estamentos pueden articularse en pos de las necesidades de cada uno, para poder gatillar en los niños los cambios que se vayan haciendo necesarios ante cada una de las etapas de desarrollo.
3) A nivel de los contenidos y valores en las relaciones con los otros: Se refiere a potenciar un sistema de valores tendientes a la cooperación, la solidaridad, el compañerismo, la valoración de los aspectos afectivos, la aceptación de lo diferente y en la cual las relaciones tienden a la participación, el acuerdo, y la cooinspiración. (Maturana, 1993) Dentro de este aspecto se encuentra también la concepción de las relaciones entre hombres y mujeres como cooperativa y solidaria, también desde la cooinspiración.
En este sentido las familias pueden constituir un claro ejemplo de relaciones solidarias y cooperativas a través de la convivencia entre sus integrantes, validando este tipo de vínculos por encima de los patriarcales. Es en este mismo sentido que la familia será determinante en la forma en que los niños y niñas aprenden a comportarse con otros. Esto se da fundamentalmente a través de la imitación de modelos cercanos que tengan un valor afectivo para quien los observa conducirse. Así el modelo fundamental para el aprendizaje de pautas de conducta relativas a los roles y el estilo de relación con otros, son los padres. Lo que hagan o dejen de hacer será lo que los niños tenderán a imitar.
Lo mismo sucede en el dominio de la escuela que es la encargada de proveer de los modelos adultos y de pares que el hogar no cubre. Cuando trabajamos los patrones de relación entre profesores y alumnos, o entre los mismos niños, con el objetivo de incentivar relaciones más solidarias y compartidas, de fomentar el compañerismo por encima de la competencia, y se valoran los aspectos afectivos del desarrollo de los niños y jóvenes, estaremos aportando a los educandos modelos para modificar sus relaciones hacia lo cooperativo y solidario. Ello sería aún más efectivo si escuela y padres trabajan con el mismo énfasis y en la misma dirección, fomentando relaciones democráticas entre hombres y mujeres, mapeando nuevas formas de concebir la vida en los sistemas humanos, un mapa desde la emoción del respeto, la aceptación, el acuerdo y la cooperación.
Este es el gran desafío que nos queda por delante, y la invitación es hoy a abrir espacios de debate entre profesores y profesionales que participan en la educación de los pequeños, así como entre padres y el profesorado, busquemos espacios de formación mancomunada y reflexionemos sobre cómo llevar a la praxis cotidiana relaciones dentro del estilo matrístico.
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