INFIERNO

Voz asociada con religión y religiones antiguas.

En casi todas las religiones existe un lugar destinado a todos aquellos que han sido infieles o que no han cumplido de acuerdo con el canon establecido por la doctrina que se trate, por lo que tienen que ser condenados.

El cristianismo lo ha adoptado a través de los Hebreos Sheol y Gehenna que aparecen en las Sagradas Escrituras reflejados, así como del Hades griego.

La mitología griega habla del infierno como de la morada del espíritu de los difuntos. Constaba de tres partes: Erebo, imperio de la obscuridad y residencia del dios de la Muerte e hijo de `a Noche, Tánatos; el Tártaro, donde los condenados debían trabajar eternamente; y el Elíseo, donde los justos llevaban una vida repleta de alegría y felicidad.

En el Antiguo Testamento las almas de los muertos iban al Sheol, lugar que se encontrara en las profundidades de la tierra.

Los cristianos diferenciaron rápidamente el cielo del infierno, situando éste en las profundidades del abismo, calificándolo como "lugar donde van a parar las almas de aquellos que mueren en pecado", que es infinito, no tiene principio ni fin, es morada del demonio, y los que allí están son atormentados por toda la eternidad. Por su parte en el hinduismo se habla de una amplia diversidad de infiernos, que no son sino comparables con el purgatorio cristiano, ya que la creencia más extendida es que las almas no permanecen eternamente en ellos, sino que allí se purifican.

Los musulmanes también lo consideran como lugar donde van a parar los infieles, lleno de tormentos. Aparece en el Corán mencionado al menos 66 veces. Allí existe un fuego abrasador, es eterno para todos aquellos que han creído en más de un Dios, pero temporal para los que tan sólo tienen que purgar sus pecados graves.

INFIERNO

En su concepción original, el infierno, o los infiernos, era una «región de las sombras», un reino en el que los muertos permanecen en un estado de pseudo o subvida, como si fueran sombras.

Así, en el Antiguo Testamento, las almas de los muertos van al Sheol, lugar de naturaleza indeterminada, pero que se halla bajo tierra. Los difuntos vagan allí «como sombras en un mundo de sombras», si bien, bajo determinadas circunstancias podrían regresar a la Tierra.

En el Corán se adjudican al infierno distintos nombres, si bien todos ellos están relacionados con el fuego. Al igual que en la tradición judía, también en la islámica el infierno, si bien es un lugar de sufrimiento, permite que una vez que los condenados hayan pagado sus graves faltas, puedan ser admitidos en el paraíso.

Posteriormente, está región de sombras y sufrimientos se situó en el seno de la tierra, como símbolo de lo inferior, o lado negativo de la existencia.

En este universo de lo simbólico, se adjudica al infierno el tercero de los tres mundos, siendo el primero, o zona superior, el cielo y el segundo, o zona media, la tierra. Para William Blake* el infierno constituye el crisol de las energías cósmicas, mientras el cielo sería el reino de la serenidad y la paz.

El infierno es un concepto que existió prácticamente en todas las culturas desde el antiguo Egipto hasta el cristianismo, que le dio una nueva dimensión y significado, al considerarlo el lugar al que iban destinados los réprobos, tras su muerte, para expiar eternamente las faltas cometidas en vida.