SEXUALIDAD TRANSORGÁSMICA (I parte)

Por Francisco Moreno Téllez

El problema del orgasmo

La razón de lo anterior podría hallarse en un hecho poco observado hasta ahora pero que se refiere justamente a la dinámica energética que se da tanto en la práctica espiritual como en la sexual. La experiencia demuestra que ambas difieren, ya que mientras la primera apunta a la concentración de fuerzas y energías, la segunda a relajarlas y disiparlas. Esto es algo evidente en la práctica para cualquier persona, ya que después de consumado el acto sexual sobreviene un estado de cansancio y sueño, donde las fuerzas del organismo decaen naturalmente.

El orgasmo en este caso no es más que una descarga de energía, que el cuerpo tendrá que recargar en mayor o menor tiempo. De ahí entonces proviene el problema de la frecuencia y de la potencia, en especial en el caso del hombre. Cuando éste es joven, la frecuencia puede ser alta sin que el organismo se resienta demasiado. Empero al pasar los años, esta capacidad decae y el hombre se cansa más.

Lo anterior es importante para entender la dicotomía entre cuerpo y espíritu, porque implica que el sexo puede ser hasta cierto punto un obstáculo para las actividades que requieren un máximo de energía y concentración. A modo de ejemplo se puede citar a los deportistas de alto rendimiento, que en períodos previos a las competencias se privan de tener relaciones sexuales para conservar al máximo sus capacidades físicas y de destreza competitiva.

La experiencia indica que a la larga la abstinencia también tiene sus inconvenientes. Los deseos sexuales reprimidos no desaparecen, sino que permanecen en la sombra, produciendo muchas veces estados psicológicos negativos que pueden llegar a ser peores. Eso conlleva mucha frustración y es la base del "odio al sexo" que algunas personas con ideales espirituales o ascéticos profesan. En ellos es posible apreciar de la forma más nítida la dicotomía sexo-espíritu, originada por la no conciliación de ambas tendencias.