SEXUALIDAD TRANSORGÁSMICA (I parte)

Por Francisco Moreno Téllez

La dicotomía sexo-espíritu

La visión de la sexualidad occidental y del hombre en general se ancló justamente en esta dicotomía entre cuerpo y espíritu vistos como opuestos irreconciliables. La psicología del siglo XX heredó este dilema y lo bautizó como el problema mente-cuerpo. Quizás la imposibilidad de resolverlo ha radicado en la falta de un eslabón que permita vincular adecuadamente ambos extremos. Dicho eslabón existe desde hace muchos siglos en oriente y corresponde a lo que ellos llaman chi o prana, que equivale a "energía". En efecto, para dichas filosofías, tanto mente como cuerpo, se conciben como distintas expresiones de dicha energía; extremos que más bien forman un solo continuo, influyéndose y dependiendo mutuamente. Por esta razón los métodos taoístas, el yoga hindú y tantas otras disciplinas de ese tipo son esencialmente psicofísicas, haciendo un profundo hincapié en una comprensión "energética" del individuo.

En occidente el primer científico moderno en formular un modelo energético para comprender al ser humano fue Sigmund Freud, quien trabajó con su idea de "libido" como energía sexual y psíquica a la vez, vinculando así procesos biológicos con procesos psicológicos. Esto, revolucionó profundamente la psicología y la comprensión que se tenía de la sexualidad hasta ese momento. Por primera vez se aceptaba que la sexualidad podía tener múltiples niveles y que su influencia en la vida psíquica era mucho mayor de lo que se pensaba. Otro psicólogo, Wilhelm Reich, formado dentro de la misma tradición psicoanalítica, fue incluso más allá y propuso un modelo donde la libido es una energía susceptible de ser medida. La llamó orgón y postuló que ésta circula físicamente como energía bioeléctrica por el organismo. Los bloqueos de este flujo natural –decía Reich- ocasionan trastornos psicológicos. Por ese motivo desarrolló una terapia corporal que en muchos casos puede concebirse como la visión occidental de la digitopuntura china.

No obstante, estos esfuerzos, la incompatibilidad entre sexo y espíritu ha permanecido. Tanto Freud como Reich pensaban que la religión es una forma más bien represiva de la sexualidad. La religión y la vida ascética ponían restricciones a la libre expresión de los deseos y pulsiones y ellos proponían la catarsis como respuesta a esa represión. En el sexo eso consistía en aprender a liberar la energía contenida por medio del orgasmo.

La pregunta es por qué la dicotomía persiste aún hoy, habiendo superado muchos de los prejuicios antiguos. Existiendo más libertad que nunca en muchos aspectos, incluso con nuevas terapias y tecnologías que buscan mejorar la vida sexual y afectiva de las parejas, aún hoy la mayoría de las personas posee serias dificultades para relacionar una vida sexual intensa con una vida espiritual intensa. Por otra lado, el uso de alegorías sexuales como garabatos e insultos nos dice que a un nivel inconsciente, lo sexual sigue estando abajo en valoración, como si siguiese siendo fuente de vergüenza y culpabilidad.