FAMILIA Y ESCUELA:

ESPACIOS PRIVILEGIADOS PARA EL APRENDIZAJE

Ximena Santa Cruz Bolívar
Psicóloga Universidad de Chile

SANTIAGO DE CHILE
Isabel La Católica 3828- LAS CONDES
FONO: 056-02-4187265


VALORES EN LAS RELACIONES INTERPERSONALES: CULTURA PATRIARCAL

Uno de los valores más apreciados por nuestra cultura es, sin duda, el poder, la fuerza como el medio de resolver los desacuerdos. Lo vemos todos los días en nuestra vida cotidiana, cosa que ha influido enormemente en nosotros. Sin embargo el macro sistema cultural que ampara estos valores y creencias acerca del poder y la fuerza como método válido para resolver los conflictos, es más amplio y global que el tema del poder y corresponde a una concepción de las relaciones humanas muy particular, en la cual predominan valores muy familiares para nosotros como son: la noción del dominio y control sobre los otros, la noción de la guerra y la competencia como modo natural de convivencia y hasta como virtudes o valores, el pensamiento es lineal y se vive en la exigencia de sumisión a la autoridad en la negación de lo diferente. Las relaciones interpersonales se basan en la autoridad, el control y la obediencia, entre otras.

Este sistema de creencias sobre las pautas de conducta y relación entre los seres humanos es que ha guiado a nuestra cultura occidental y ello ha originado un estilo muy particular de relaciones sociales y personales. Este sistema de creencias ha sido identificado peyorativamente como machismo (Gissi, 1987) Pero la palabra machismo connota un dejo descalificador, por ello se recomienda usar la denominación "cultura Patriarcal" recientemente reacuñada por Humberto Maturana y Gerda Verden-Zöller (1993).

Es necesario rescatar algo de la historia del surgimiento de esta concepción de mundo y sus consecuencias para la vida de la cultura occidental europea, de la cual hemos recibido el legado. Estos autores definen el surgimiento de la cultura patriarcal, como algo ligado a la aparición del pastoreo. Sostienen que en algún momento surge la apropiación de los animales, con los cuales antes se realizaba vida nómade. Esta apropiación implicó el impedimento para el normal acceso de los lobos, a comer de estos animales. Este acto constituye el origen del pastoreo e implica además, la exclusión del lobo del espacio normal de alimentación hasta el punto de matarlo. Así es como surgiría el enemigo. El cambio emocional involucrado en este cambio de conducta es lo crucial, y constituye para Maturana el surgimiento de la cultura patriarcal, que desplazó a la cultura agrícola matrística. Es así como se afirma que la cultura patriarcal surge en, la apropiación, la enemistad, y estas características son los rasgos que la determinan.(Maturana, 1991).

Así el nuevo emocionar se ha conservado transgeneracionalmente, como un modo habitual de vivir en comunidad. Este cambio se habría ido aprendiendo a través de la socialización y de la incorporación de los recién llegados a las comunidades. El resto de las culturas fueron invadidas por los linajes patriarcales con las migraciones, y fueron asimilando entonces esta cultura patriarcal (Maturana y Verden-Zöller, 1993).

En este estilo de entendimiento las relaciones con el mundo natural se desplazan desde la confianza en la armonía espontánea de toda la vida, propia de la cultura matrística, a la desconfianza en esta naturaleza y un deseo por el dominio y el control de esta. Desaparecen las divinidades ligadas a los procesos de la naturaleza (o religiones politeístas de inspiración Druida) y surge la noción de un solo Dios, omnipotente, castigador que domina todas las cosas y dictamina sus preceptos, descalificando a aquellos que no veneran sus principios.

Cabe señalar que aún hoy, algunos de los sistemas religiosos aceptan y validan gran parte de estas creencias ("la obediencia y el temor a Dios" presente en algunas líneas religiosas), u otras omiten hacer comentarios a sus fieles sobre su proceder en otras esferas de la existencia (laboral, social, negocios).

Por otra parte existe otro aspecto que interesa destacar, respecto a la cultura patriarcal, en tanto determina ciertas pautas y creencias respecto a los roles para hombres y mujeres (roles sexuales o roles de género). Estos roles han sido definidos en base a la concepción del control del patriarca y la subordinación de las mujeres, basadas en la autoridad, la obediencia y el control de los más débiles por parte del más poderoso: el patriarca. Si bien no aparece una oposición intrínseca entre hombres y mujeres se subordina a la mujer al hombre desde la apropiación de la procreación como un valor. (Maturana y Verden-Zöller, 1993). Este último aspecto está muy arraigado en los países latinos, en donde se ha tendido a rigidizar los roles de hombre y mujer, sosteniendo a la base de dichos roles la noción de control, obediencia y sumisión de la mujer frente al patriarca, en este caso el varón, de modo genérico.

Este aspecto ha sido ampliamente discutido por los movimientos feministas y sin lugar a dudas estamos en proceso de comenzar a aceptar la idea de que dichos roles pueden ser menos rígidos y se pueden compartir tareas y responsabilidades al interior de la familia. Sin embargo a nivel más global persiste la tendencia a la negación de la mujer como un interlocutor válido en los ámbitos públicos.

El macro-sistema cultural se encarga de mantener y reproducir de generación en generación este estilo de relaciones y valores. Es por esto que la cultura patriarcal lleva miles de años instalada como "LA VERDAD", única e incuestionable sobre cómo se deben relacionar los seres humanos (Maturana, 1990).

La cultura patriarcal posee un enorme poder de plasmar sus creencias a través de la legalidad vigente, y de los medios de comunicación social. Basta recordar cómo en nuestro país se institucionalizó por años el uso de la fuerza como método para lograr la obediencia y se legalizó activamente la práctica de este tipo de métodos en todos los ámbitos de la convivencia. Por otra parte podemos volcar la atención a los héroes televisivos cuyo valor está en la eliminación o negación de los otros, usando la fuerza para derrotar a los malvados, o los aparentemente inofensivos dibujos animados que se caracterizan por burlar o dañar al otro, quien le devuelve con creces la agresión. Ello es tremendamente preocupante cuando se trata de los niños, habitualmente expuestos a estos modelos de relación, y los reproducen en sus juegos.

La escuela es en este sentido un espacio en que se potencian la mayor parte de estos valores y sistemas de relación, salvo en aquellos proyectos educativos que por una opción epistemológica y de cosmovisión, se hace una opción diferente (escuelas Montessori, o la línea de enseñanza personalizada, que tiene como base teórica la psicología Humanista de Rogers, entre otras).

En el sistema educativo tradicional se fomentan valores como la obediencia, la disciplina, la sumisión la competencia, la negación de lo diferente, la valoración de la razón por sobre la emoción, entre otras, que corresponden a formas de relación netamente patriarcales. Ello considerando en general el contexto de la educación tradicional, y haciendo una especie de caricatura, que no dista mucho de la realidad. Sin embargo en el tema de la flexibilización de los roles se ha discutido bastante el modificar los libros de texto que muestran a las familias en roles más compartidos y flexibles. Esto ha sido un paso importante en la conciencia de los niños respecto al tema de los roles hombre mujer, pero ello no significa una cambio cualitativo en el estilo de relaciones entre los géneros y un cambio en la perspectiva valórica con que se establecen los vínculos entre las personas.

Curiosamente en el nivel preescolar estos valores casi no están presentes, y más bien se fomenta la cooperación la valoración por el otro, el compañerismo, el respeto por lo diferente, la expresión afectiva y la ternura. Es por ello que el paso de un nivel a otro se hace especialmente difícil para los pequeños.

Cabe recordar que dentro de este sistema cultural patriarcal se encuentran, a nivel social instituciones y sistemas sociales más pequeños que permiten el surgimiento de expresiones particulares de relaciones un poco más tendientes a lo cooperativo. La familia es un ejemplo de este tipo de agrupaciones y constituye un espacio privilegiado de aceptación y amor de los seres humanos. Y ella es fundamental en tanto es, como ya se mencionó, el laboratorio de lo que serán las relaciones entre los seres humanos, junto con ser determinante en la formación del mapa de mundo de cada uno de sus integrantes, y es el espacio suministrador de modelos de relación entre los seres humanos.

Si se reflexiona acerca de la potencialidad que tienen las familias para sembrar en su interior cambios en los estilos de relación y el tremendo impacto que tendría el reproducir valores democráticos y solidarios, se puede afirmar que la familia es en este sentido una fuente potencial de cambio social. Es así como se puede postular que la familia en sí no constituye un foco ideológico pero es un espacio articulador de cambios, que dependiendo del marco valórico con la cual se la asocie podría potenciar cambios sociales o mantener valores tradicionales y conservadores.

La escuela a su vez tienen un gran poder en el modelaje de las relaciones entre las personas, y ocupa un lugar muy importante en la vida de los pequeños. Ambos espacios pueden ser potenciados en la formación de un esquema valórico y de relaciones más cooperativas y solidarias. Ello sería especialmente importante si es que se pudiese articular los esfuerzos de ambas hacia el cambio en los valores y estilos de relación.